LOS RETOS DE LA EDUCACIÓN ANTE LAS NUEVAS REALIDADES SOCIALES

XXXIII ENCUENTRO DE LA RED DE EDUCACIÓN ALTERNATIVA

ESCUELA ACTIVA PAIDÓS, CIUDAD DE MÉXICO. 16 Y 17 DE MARZO DE 2024.

Hoy resulta que es lo mismo

ser derecho que traidor..!

ignorante, sabio, chorro

generoso o estafador!

Todo es igual. Nada es mejor

Lo mismo un burro

que un gran profesor!

Tango “Cambalache”

E. Santos Discépolo, 1934

Legos, académicos y picapedreros en el día a día de la Educación, solemos referirnos a ella como quien canta un tango: dolidos, quejumbrosos, atormentados ante el abandono de la infiel, pero con la soterrada esperanza que seguiremos en la batalla para que vuelva. Y es que no podemos disociar la escuela de los contextos por los que navega; de lo que se palpa y lo que escapa a nuestro entender y que sin embargo, se ha filtrado en el aula y en las cabezas y emociones de niños y niñas. Remamos con desesperación dentro de lo que se ha llamado “el naufragio civilizatorio”. Retos, desafíos, incertidumbre ante un futuro incierto recubierto de una indolencia sensiblera. Y es que tal y como gritaba un graffiti en alguna pared, nos han cambiado las preguntas cuando creíamos tener las respuestas ¿Cómo demostrar que cuando el enriquecimiento fácil y desmedido fascina y hace soñar, surge la corrupción en el conjunto de la sociedad? ¿Por qué se admiran tanto los personajes huecos que brotan como hongos? ¿Es tan difícil discernir qué es verdadero y qué es falso entre toda la maraña de información? ¿Para qué indagar si todo está en el oráculo Google? ¿Para qué aprender si mi asistente virtual puede resolverlo? ¿Qué habilidades son necesarias para una nueva realidad social? ¿Cómo serán nuestros alumnos (as) actuales en 20 años? Y podríamos seguir la lista, pero no se trata del tango de la Educación, sino de reconocer que nos hemos convertido en docentes agotados, con frecuencia sin saber cómo o hacia dónde movernos, impotentes ante las poderosas fuerzas formativas de la sociedad, no sólo ante las nuevas tecnologías, sino frente a los nuevos patrones en las relaciones familiares, profesionales, de convivencia y de gran exigencia social; tratando de encantar, motivar o despertar a los estudiantes con quienes compartimos tantas horas al día.

Durante mucho tiempo vivimos convencidos que la escuela era un referente esencial para la incorporación de los individuos a la vida social y un factor clave de desarrollo social. Creímos que bastaba educarnos formalmente para lograr un exitoso proyecto de vida. Basta acudir a los datos duros del desempleo juvenil para entender que ese pacto social entre generaciones se ha roto. Al igual que otras instituciones sociales, la escuela y sus funciones han sufrido importantes procesos de transformación de acuerdo a los cambiantes requerimientos sociales. Así, nos hemos convertido en testigos y protagonistas de esos cambios en un afán de constante adaptación. Tantos y tan vertiginosos cambios influyen en los ámbitos públicos como la economía y la política y en las esferas más íntimas y privadas de los individuos. Y la escuela no puede sustraerse, afectando por tanto a su funcionamiento cada vez más complejo como a la labor de los profesionales implicados en ella. Apostar por una “educación para el desarrollo”, reduce su papel a la capacitación de la mano de obra necesaria para competir individualmente en el mundo globalizado, usando a la escuela como un dispositivo para la normalización. Ya que la educación suele ser reproductora de los valores hegemónicos de la cultura dominante y sus ideologías, a veces de manera tan sutil, es primordial calibrar constantemente nuestro quehacer. Preguntarnos con honestidad si realmente nuestra escuela es un medio de producción de identidad, subjetividad, autonomía y pensamiento crítico. Qué percepciones, valores éticos, políticos y estéticos que hacen ver el mundo de una determinada manera estamos transmitiendo y si quienes integran nuestra comunidad escolar son conscientes de ello. A veces es suficiente creer que educamos de una manera alternativa para convencernos, de manera facilona, que estamos del otro lado, pero no debemos dar nada por hecho. La escuela debería ser la conciencia educativa de la sociedad y no al revés.

Una de las ideas fundamentales que debe tenerse en cuenta cuando se abordan las características de la escuela del siglo XXI es el carácter efímero de los conocimientos por transmitir y su consecuencia sobre los procesos de enseñanza-aprendizaje. Sin negar la importancia de la transmisión de contenidos fundamentales para lograr la pertenencia a una cultura común, se debe considerar que muchos de los conocimientos que consideramos válidos en su momento, habrán sido sustituidos en poco tiempo. Es necesario que la escuela abandone su idea de éxito escolar centrada en la superación de asignaturas año tras año y persiga un desarrollo de niños y niñas más allá de los aprendizajes cognitivos, sino también vinculados con el desarrollo emocional y personal.

Ya se están incorporando al currículum escolar nuevas formas de aprender, de entender el mundo y de nuevos conocimientos vinculados con grupos cuyas señas de identidad no han encajado tradicionalmente con la cultura escolar.

¿Qué parte juega la educación en el balance entre estabilidad y cambio, en el mantenimiento de un sistema político democrático, en asegurar la inserción de personas con talento y habilidades en nuestra sociedad y en la provisión de mano de obra a modo del sistema económico?

La educación no es únicamente responsabilidad de los educadores, ya que participan amplios sectores sociales: familia, comunidad, estado, grupos religiosos, redes sociales... no sólo en el control sino también en la definición de políticas y directrices que la definen y constituyen. Con toda proporción guardada, leemos los datos demoledores proporcionados por la Finnish National Agency for Educacion (EDUFI), “el 70% del aprendizaje de nuestros alumnos se da a través de cauces informales, y sólo el 30% a través de canales formales y de los programas escolares formales”. Así que quizá otro reto sea movilizar de manera eficaz a todos esos sectores para que la educación se convierta en una prioridad de la sociedad mexicana. Si la educación apareciera realmente en las preocupaciones sociales más allá de las críticas superficiales que sólo abonan a la polarización existente en el país, tendríamos escuelas calificadas que lograran disminuir las brechas educativas y por ende las sociales y económicas. 

Sin embargo... volvemos a las grandes paradojas que rodean a la educación. Hablamos de una presión social que pudiera generar una movilización en pro de una calidad educativa cuando vivimos tiempos en que la resistencia se estabiliza con un poder seductor.

Accionamos sobre nosotros mismos para un mayor rendimiento (como educadores, como madres, como parejas) en vez de actuar sobre nuestro entorno. Se recurre a la acción hacia dentro y de ahí el éxito de los libros de autoayuda, terapeutas charlatanes, coachs de vida, pseudo ciencia y demás. Si todos estamos abrumados, exhaustos, hipersensibles por la competencia o la marginación, difícilmente seremos críticos y menos transformadores.

Es posible que todo lo expresado hasta ahora pudiera llevarnos a algunas conclusiones, que no a respuestas, porque no las tenemos y porque seguramente para mañana habrán caducado.